lunes, 30 de julio de 2012

EL CASTILLO DE DRAGONWYCK de Joseph L. Mankiewicz - 1946 - ("Dragonwyck")


1844. La joven y bondadosa Miranda, hija de una humilde y muy religiosa familia de granjeros, es invitada por un rico primo lejano a pasar una temporada en el lujoso Castillo de Dragonwick, en donde vivirá a cambio de cuidar de la hija de este familiar, ya que su mujer está muy enferma. Pronto, entre Miranda y su primo, el excéntrico Nicholas Van Ryn, surge una atracción especial... Nicholas, sin embargo, es tan atractivo como misterioso y guarda un oscuro y terrible secreto.


Director, guionista y co-productor de todas sus películas, Joseph Leo Mankiewicz es uno de los grandes directores del Hollywood dorado. De extensa y variadísima formación literaria y profundo creyente de la idea de que el guión es lo más importante de cualquier película por encima de todo lo demás, debutó como guionista junto a su hermano mayor Herman J. Mankiewicz (co-escritor de “Ciudadano Kane” junto a Orson Welles) en la industria del cine llegando a ser uno de los más geniales de su época. Tras ganar un Oscar con el argumento de “El enemigo público nº1”, se pasó a dirigir sus propios escritos y debutó con “El castillo de Dragonwyck”. Se le colocó en el lugar de los “directores literarios” por sus soberbios guiones, construidos e hilvanados con limpieza sin par, cargados de diálogos ágiles y rápidos, de situaciones ingeniosas, de giros originalísimos e inesperados y constantes vueltas de tuerca y todos con una intensidad dramática o una genialidad cómica e irónica poco antes vista (no hacía ascos a ningún género). Cultivó el romántico con “El fantasma y la señora Muir”, la comedia de situaciones con “El mundo de George Apley” o “La gente hablará”, el drama con “Carta a tres esposas”, “Odio entre hermanos”, “Un rayo de luz”, “Eva al desnudo”, “La condesa descalza”, “El americano impasible” o “De repente, el último verano”, el thriller negro con “Solo en la noche”, “Escape”, “Operación Cicerón”, “Mujeres en venecia” y “La huella”, el drama histórico con “Julio César” y “Cleopatra”, el musical con “Ellos y ellas” o el western con “El día de los tramposos”. Llamado “cineasta de la feminidad” por sus magistrales retratos femeninos (de los mejores de la época) y por su genial dirección de actrices, estuvo siempre Mankiewicz preocupado por la sociedad de su tiempo, lo que se evidencia en sus retratos brillantes y a la vez decadentes, satíricos, críticos e incluso malévolos de las clases altas, intelectuales o del mundo del espectáculo, al igual que en sus dramas psicológicos, raciales o escépticos con el sueño americano. Se retiró prematuramente del cine en 1973 al considerar que ya había dado todo lo que tenía que dar. Murió, rodeado de sus amados libros, en 1992.


Todos los genios tienen sus comienzos, y no tienen por qué ser necesariamente buenos. El enorme Joseph L. Mankiewicz, antes de entregar sus grandes obras maestras y de regalarnos una de las más grandiosas filmografías de la historia del cine, debutó en 1946 con esta "El castillo de Dragonwyck", que, a pesar de contar con un excelente reparto y una cuidadísima ambientación que alterna lo glamuroso y lo siniestro sin fisuras, se muestra como una película muy irregular en todos los sentidos y lastrada por una gran multitud de asuntos que intenta tratar sin centrarse en ninguno (aparte, es otro vehículo para la exaltación del Sueño Americano maniqueo a más no poder). La película narra la historia de una bondadosa joven que abandona su lugar de nacimiento, el campo, para vivir en el castillo que da nombre al filme y casarse con un primo bastante disoluto y finalmente diabólico. Por medio de esta trama se articula una intriga algo predecible en la que se mezclan como he señalado un montón de asuntos: la lucha entre la rectitud moral personificada en la religión cristiana y la depravación que trae la frivolidad de la riqueza, la contraposición entre la humildad campesina y la hipocresía de las clases altas, la lucha de clases entre los ricos terratenientes y los agricultores, el asesinato, la drogadicción (metida con calzador y sin saber muy a cuento de qué)... Y, a su vez, hay una mezcla de género en el filme completamente heterogénea que no termina tampoco de cuajar porque Mankiewicz no se decanta por ninguno: hay comedia romántica, hay filme romántico a secas, hay cuento gótico, hay thriller, hay historia de fantasmas, hay drama social... Y no hay nada de todo esto a la vez.


"El castillo de Dragonwyck" es errático en todos los aspectos, y por eso termina por decir bien poco más allá de la mencionada moralina norteamericana exaltadora de la religión y las buenas costumbres. Los personajes tampoco destacan: o son buenos o son malos sin mucho término medio, y eso que los actores que los interpretan están como siempre geniales: Gene Tierney, Vincent Price o Walter Huston se comen la pantalla, pero no es suficiente para salvar un conjunto que quiere abarcar mucho y que al final abarca poco y no demasiado bien. El filme no es un bodrio y se puede ver y hasta puede resultar distraído, pero está lejos de ser bueno y por supuesto a millas de ser uno de los grandes de su creador. Tampoco hay que esperar mucho más: es un debut, y Mankiewicz supo tras él empezar una escalada sin prisa pero sin pausa directa hacia la gloria.

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