TED de Seth McFarlane - 2012 - ("Ted")

John Bennett tiene un gran problema: su mejor amigo, su osito Ted, descarado, juerguista, vago y crápula, saca de quicio a su novia Lori, con la que está a punto de cumplir cuatro años de relación. John le propone a Ted que se independice de él, que encuentre un trabajo y que se vaya a vivir a un piso propio. Por supuesto, le promete que esto no va a afectar ni un ápice a su amistad... Por desgracia, esta solución va a traerle más problemas tanto a él como a Lori y al propio Ted...

Hay, a grandes rasgos, dos tipos de comedia: la políticamente correcta y la políticamente incorrecta. Sí, lo sé, he descubierto la pólvora. La primera puede tener un empaque gamberrísimo y hasta puede ir de políticamente incorrecta (para alguna gente el sexo, la escatología o las palabrotas siguen siendo políticamente incorrectas, otros ya superamos esa etapa), pero siempre, siempre, siempre, guarda un mensaje final que es el esperable, el predecible, el que el poder necesita y quiere que guarde. Ocurre, por ejemplo, con sagas cómicas míticas como "American Pie" o "Resacón en Las Vegas", que bajo su envoltorio bruto, delirante y desmadrado esconden una apología de sentar la cabeza en el sentido más rancio del buen americanito: es decir, casarse, tener hijos, encontrar un trabajo molón, contribuir al funcionamiento habitual de la sociedad y ensalzar la familia y también la amistad pero desde un punto de vista amable e incondicional que no se plantea absolutamente nada. En España, esta comedia políticamente correcta suele adquirir, bajo el mismo envoltorio supuestamente cachondo y falsamente incorrecto, tintes progre-rancios que prefiero no recordar para no amargarme el día. En el lado de la comedia políticamente incorrecta hay pocas obras en el mercado norteamericano y en el Español prácticamente ninguna. En el primero están, por poner brevísimos ejemplos de sobra conocidos, las obras de Sacha Baron Cohen (unos le odian y otros le aman, pero el tío desde luego dispara a todo y a todos y no se corta un pelo) o series como "Los Simpsons", "South Park" o "Padre de Familia" (por lo menos en sus primeras temporadas, antes de que lo gratuitamente absurdo las empantanara). Pues bien, tristemente y contra todo pronóstico, la primera película dirigida por Seth McFarlane, esta "Ted", se inscribe claramente en la primera línea, en la de lo políticamente correcto. Y en fin, cuando la obra viene de la mano del creador de la mencionada "Padre de Familia" o de "Padres made in USA" pues la cosa duele, qué quieren que les diga.

"Ted" narra la típica historia del típico pringao con novia buenorra que ha de elegir entre ella o su mejor amigo, que en este caso es su osito de peluche (a Seth McFarlane le gustan los perros que hablan, los bebés con ultrainteligencia, los marcianos que se quedan a vivir con humanos...). Y esta es la única novedad de la peli: el osito de peluche tiene su gracia y resulta hasta cierto punto novedoso. Pero ya está. El filme tiene cuatro o cinco gracietas efectivas (me he reído con ellas, desde luego) en las que se reconoce el humor irónico, cruel, freak, inteligente y surrealista de su director (la paliza al niño judío, el encuentro con el malogrado Sam J. Jones que dio vida a Flash Gordon en 1980, las entrevistas de trabajo de Ted, el ataque gratuito al Superman de Brandon Routh...). Y aquí termina todo: el resto de los chistes son flojos, lánguidos, demasiado enrollados, con demasiada poca mala leche para lo que este cómico acostumbra. La película, para colmo, pierde el interés cuando entra en escena todo el rollo predecible del secuestro de Ted, que parodia a las comedias de los ochenta (ahora es la moda, ya saben) pero que resulta soporífero y nada interesante. Pero lo peor de todo, como he dicho antes, es que el debut de McFarlane en la dirección de largometrajes es políticamente correctísimo, y eso sí que es imperdonable. Porque sí, como en "American Pie", como en "Resacón en Las Vegas", todo el desmadre del oso malhablado y su amigo looser llega a donde siempre: a la boda de marras, a la llegada de "la madurez" (entendida por supuesto como "pasar por el aro"), al mensajito vomitivo del "American Way of Life". Y eso es lo más triste, lo más chungo, lo más horroroso de este timo.