domingo, 20 de mayo de 2012

MESHES OF THE AFTERNOON de Maya Deren – 1943 – (“Meshes of the afternoon”)



Una mujer persigue a un ser que viste de negro y que tiene un espejo por rostro, pero nunca logra alcanzarlo. Cada vez que lo persigue ha de desistir y regresar a la casa en la que se encuentra, en donde vuelve a sentir la presencia de este ser y en donde lucha contra ella misma y contra el poder destructivo y creador de su peligrosa mente. Mientras, el ser vuelve a aparecer, y ella lo divisa desde su ventana y vuelve a salir en su búsqueda...


La bailarina, etnógrafa, filósofa, periodista y cineasta ucraniana Maya Deren fue la primera directora de cine underground de los Estados Unidos y una de las grandes impulsoras del cine experimental y vanguardista del continente, además de una de las grandes abanderadas del cine feminista de la época. Nació en Kiev, pero muy joven se trasladó con su familia a Nueva York, en donde su padre abrió un estudio de psiquiatría. Fue secretaria de la bailarina y antropóloga Katherine Dunham, que le enseño a bailar y que le introdujo en el mundo de las danzas vudú y de la mitología y cultura africanas, lo que después se reflejaría en su cine. Si Eric Rohmer es un novelista que no encontró un estilo propio en el papel y hubo de recurrir al cine, Maya Deren fue una poeta que, como él, encontró su estilo personal en el séptimo arte, que descubrió de la mano de su marido, el cineasta checo Alexander Hammid. Su mente, como ella misma afirmó, trabajaba en imágenes, y le era muy difícil usar las palabras para describirlas. Maya nunca quiso enmarcarse en ningún movimiento de su época: su estilo fue inimitable e independiente. Como Jean Cocteau, se sintió fascinada por las infinitas posibilidades que otorga el arte cinematográfico para reproducir el interior, el exterior y el más allá de la mente humana, y eso fue lo que hizo, como el propio Cocteau: bucear en sí misma y en lo que había a su alrededor para sacarlo todo a la luz. Sus seis únicos cortometrajes son poemas visuales en donde, jugando y experimentando sin cesar, Deren nos invita a penetrar en los recovecos de su interior y de otros interiores. En ambientes oníricos e irreales, mitológicos y rituales, llenos de símbolos cargados de múltiples lecturas se desarrollan sus “historias”, a menudo dislocadas en el espacio y en el tiempo, a menudo sin una estructura narrativa y sin un argumento integrador o conductor, como tantas obras de las vanguardias de su época. Usa Maya Deren planos subjetivos para introducirse en sí misma, la cámara lenta, los paneos sutiles o repentinamente violentos, las repeticiones de imágenes y secuencias, las imágenes creadas con la reversa de un movimiento y el ritmo sensual de la danza, que tanto amó siempre, ritmo con el que fundó el concepto del género de la video-danza, que para muchos anticipó el videoclip que conocemos en nuestros días. Maya Deren criticó al Hollywood clásico por estar atado en exceso a la literatura como base para crear un filme, pero también criticó al cine experimental más radicalmente abstracto por considerado demasiado alejado de la realidad. Así, su obra es siempre experimental, pero con referencia a una realidad, la de su interior en sus primeras obras y otras realidades a las que se fue progresivamente abriendo en las últimas. Murió muy joven Maya Deren, en 1961, a causa de una hemorragia cerebral. Seis cortometrajes nos dejó: “Redes de la tarde”, “A tierra”, “Un estudio de coreografía para la cámara”, “Ritual en tiempo transfigurado”, “Meditación sobre la violencia” y “El propio ojo de la noche”, además de cinco horas de una película sobre Haití que no pudo terminar. Como tantos, fue bastante despreciada y olvidada por la industria y hasta por los críticos y, por suerte, revalorizada de manera póstuma.


“Redes de la tarde” ("Meshes of the Afternoon") fue el debut que lanzó a Maya Deren como una de las más prometedoras directoras de la vanguardia norteamericana de su tiempo. Tomando elementos estéticos y estilísticos de los movimientos de su momento (tiene ecos expresionistas y surrealistas) pero reinterpretándolos o haciéndolos directamente “suyos”, “narra” Deren la “historia” de una mujer (la propia Deren, que se interpreta a sí misma) que parece luchar contra su propio suicidio y contra el intento de violación de un hombre que parece ser su pareja (su marido de entonces, el mencionado Hammid, que también se interpreta a sí mismo) mientras persigue a una misteriosa y terrorífica figura negra con rostro de espejo a la que nunca puede alcanzar (genial el angustioso montaje utilizado para reflejar esta persecución, propio de una de esas pesadillas en las que queremos correr pero la escena nunca se mueve). La acción se sitúa en un lugar indefinido, en una especie de casa paradisíaca en su exterior y umbrosa e insegura en su interior que era la propia casa en la vida real de la directora. Planos dislocados, un tiempo inexistente, sensuales rastreos de cámara, vistas subjetivas, símbolos complejísimos, desapariciones y apariciones de objetos, transformaciones y todo un festival de hermosos efectos especiales cimientan esta subyugante obra maestra visual cargada de sugerencia sexual y de violencia física, muy incorrectas para la época de la que datan. ¿Su significado? Puede tener cientos, entre ellos el discurso feminista que muchos le han atribuido sobre el confinamiento de la mujer en una sociedad machista (de ahí la referencia de las "redes", cotidianas como la tarde, que atrapan a la mujer) o el de la lucha del personaje central contra su otro yo o sus otros yos (esa llave perdida y aparecida entre dientes). Podríamos hablar y hablar de ella y nunca ponernos de acuerdo, como con tantas películas de las vanguardias.


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