Porco Rosso

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domingo, 28 de octubre de 2018

LA CASA DEL RELOJ EN LA PARED de Eli Roth - 2018 - ("The House With a Clock in its Walls")


1955. Lewis tiene diez años y acaba de perder a sus padres en un accidente de coche. Por ello, ha de mudarse al pueblo de New Zebedee, en Michigan, con su tío Jonathan, que vive en una gran mansión un tanto extraña, antigua, llena de objetos y cuartos raros. Allí, Lewis conoce también a Florence, la también poco habitual amiga de Jonathan. Hechos inquietantes ocurren a diario en el lugar... Hechos peligrosos. Porque el tío de Lewis es todo menos un hombre corriente.


Eli Roth, este año, después del remake de "El justiciero", estrenado hace sólo unos meses, se estrena, valga la redundancia, en el cine para niños con "La casa del reloj en la pared", basada en la novela del mítico escritor del género norteamericano John Bellairs. Aprecio su sano intento de cambiar de estilo y de adentrarse en otras lindes, especialmente después de tanto remake y tanto pastiche de terror, de serie B o de rollo gore. Sin embargo, la película no funciona, especialmente porque su ritmo es totalmente abrupto tras la primera mitad y su desarrollo a partir de este momento es una escalera de despropósitos donde todo pasa porque sí. Promete la película, al comenzar, un tratamiento serio y adulto del drama del protagonista y de su tío, un huérfano y un marginado por su familia, respectivamente, y ciertamente tiene también algunos toques agridulces y oscuros con los que Roth trata de llegar también al mencionado público de más allá de la infancia, pero quitando esto el resto es un tostón de los grandes porque los personajes dejan de ser interesantes y se convierten en "los buenos" y "los malos" y el mensaje termina siendo el de la superación y la familia de siempre, y desde la visión facilona del conflicto.


Ni siquiera la resultona ambientación mágica de la casa y de sus objetos o actuaciones más o menos inspiradas como las de Jack Black, Cate Blanchett o Kyle McLachlan, que experimentan los tres en papeles algo diferentes de los que suelen hacer (bueno, Jack Black un poco menos, aunque aquí su personaje sí precisa de una cierta hondura a la que dar relieve), consiguen levantar a "La casa del relos en la pared" de la mediocridad más absoluta y olvidable. Todo termina siendo, tras los buenos propósitos iniciales de Eli Roth, un conjunto deslucido e impersonal, confuso, que promete una cosa y ofrece finalmente un divertimento para niños y sólo para niños.


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