La psicóloga Abbey Tyler, de una pequeña ciudad de Alaska, está registrando en todos sus pacientes unos mismos y extraños rasgos comunes: todos aseguran despertarse a altas horas de la madrugada y ver, antes de acostarse, una lechuza blanca en sus ventanas, tras lo que experimentan extraños sueños que les dejan, al día siguiente, destrozados física y moralmente. Sin embargo, no pueden identificar estos sueños. Abbey decide investigar qué es lo que ocurre... Y descubre algo terrible y oscuro que lleva presente en la ciudad desde hace muchos años.
El estadounidense Olatunde Osunsanmi ha dirigido hasta ahora las películas "Pesadilla en la caverna" y "La cuarta fase".
Utilizando la ya manidísima técnica del "documental de ficción que simula ser un documental real" (por llamarla de alguna manera) que tan buenos y tan malos efectos ha tenido en todos los géneros y especialmente en el del terror, "La cuarta fase" es un soberano bodrio porque, al contrario que filmes como, por poner varios ejemplos de todas las épocas, "Holocausto Caníbal", "El Proyecto de la Bruja de Blair", "Monstruoso", el primer "REC" o la primera parte de "Paranormal Activity", es estéticamente cargante a más no poder, tanto que termina desde su primer momento con toda la sensación de "documental real" que intenta transmitir. Sus barrocos golpes de efecto son irreales y están además injustificados (lo que en filmes como "Monstruoso" o "REC" no lo están debido a la aparición física en la trama de "monstruos" de algún tipo que en esta cinta no tiene lugar), las entrevistas supuestamente "verdaderas" parecen sacadas de un programa de televisión cutre de hechos paranormales, el maquillaje es ridículo y produce vergüenza ajena (por favor, ¿quién se va a creer al personaje de la supuestamente psicóloga real, que parece Morticia Adams?) y hasta los títulos de crédito aplastan todo intento de sensación de realidad con tanto rococó gratuíto. A esto hay que sumarle que la historia que "La cuarta fase" narra es muy predecible (y además no llega a ninguna parte) y que el sentido de la sugerencia del director, imprescindible para hacer buen cine de terror, está atrofiadísimo (apenas dos escenas de posesiones se salvan de la quema, y encima están empañadas de efectismo barato). Por otro lado, las actuaciones no dicen mucho (Milla Jovovich, que últimamente parece prodigarse casi exclusivamente en bodrios como la interminable saga de "Resident Evil" o esta misma película, no se cree su papel en ningún momento). "La cuarta fase" es el ejemplo perfecto de lo que no debe ser un buen filme de terror de aura documental. No la vean: es horrorosa.
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