jueves, 30 de septiembre de 2010

WEST SIDE STORY de Robert Wise y Jerome Robins - 1961 - ("West Side Story")

En un barrio pobre y conflictivo de Nueva York dos pandillas luchan por la supremacía: los Jets, norteamericanos de nacimiento, y los Sharks, portorriqueños. Las refriegas son violentas y constantes y aterrorizan al vecindario. En este brutal ambiente, dos jóvenes cometen un pecado imperdonable: enamorarse. Son Tony, un Jet, y María, una Shark, y sus respectivas bandas van a hacer todo lo posible para que su relación no salga adelante… Incluso declarar la guerra definitiva de las pandillas.


Sumergido actualmente en un proceso de revalorización más que merecido, el estadounidense Robert Wise fue uno de los más grandes artesanos de Hollywood, cineasta ecléctico como pocos que tocó toda clase de géneros y que, a pesar de haber participado en muchas de las películas más importantes de su tiempo como director y también como montador, nunca ha sido considerado como un autor, injusticia que ahora se está subsanando. Robert Wise fue periodista antes de entrar en el mundo del cine como montador para la RKO en nada más y nada menos que “Ciudadano Kane” y “El cuarto mandamiento” de Orson Welles, película esta última que además fue el encargado de terminar de montar sin la presencia del director. Despuntó con el drama negro de boxeo de serie B “Nadie puede vencernos”, y a partir de aquí le vino una carrera de grandes éxitos y también de fracasos, pero, sobre todo, de buen cine, carrera que no le reconocieron como se merecía. Rodó todo tipo de historias y en todo tipo de estilos, demostrando una tremenda versatilidad, un dominio técnico magistral y un olfato comercial envidiable, pero no por ello descuidando la calidad artística y argumental de sus filmes, que presentaron personajes y conflictos de todo tipo y calado y con una intensidad dramática envidiable. Su obra se compone de cintas negras como “Nadie puede vencernos”, “Nacido para matar” o “Apuestas contra el mañana”, cintas de terror como “El regreso de la Mujer Pantera”, “Ladrón de cadáveres”, “The Haunting” o “Las dos vidas de Audrey Rose”, dramas como “Tres secretos” o “¡Quiero vivir!”, westerns como “Sangre en La Luna”, “Entre dos juramentos” o “La ley de la horca”, filmes de ciencia ficción como “Ultimátum a La Tierra”, “La amenaza de Andrómeda” o “Star Trek: La película”, bélicas como “Las ratas del desierto” o “Torpedo”, aventuras épicas como “Helena de Troya”, biopics como “Marcado por el odio”, musicales como “West Side Story” o “Sonrisas y lágrimas” y aventuras como “El Yangtsé en llamas” o “Hindenburg”. En 1989 se retiró del cine hasta morir el 14 de septiembre de 2005.


“West Side Story” es uno de los grandes musicales de la historia del cine y una de las mejores obras de su director, la cual co-dirigió con Jerome Robins. Basado libremente en la obra de William Shakespeare “Romeo y Julieta”, narra la historia de amor entre dos jóvenes de bandas callejeras rivales, amor imposible debido a esta rivalidad que no es otra que un crudísimo conflicto racial entre norteamericanos e inmigrantes que el filme retrata a la perfección y con afilado ojo crítico. Ambas bandas sólo tienen algo en común: están formadas por chicos pobres y desarraigados que quieren dominar un barrio conflictivo que aparece representado como su cárcel en vida, como el único lugar al que pueden aspirar. Los norteamericanos, muchos hijos de inmigrantes de la Europa más pobre, desprecian a los latinoamericanos, que llegaron buscando oportunidades a la tierra de las oportunidades y que no encontraron sino marginación y trabajos basura. Los latinoamericanos también tienen su parte de culpa: responden al mundo con la violencia con la que se les ha tratado, pero no dejan de estar tan cegados en sus prejuicios como los que les maltratan. Un interesante personaje del filme, aparte de los protagonistas, es el del policía que les vigila a todos, que desprecia a los inmigrantes por ser inmigrantes y a los nativos por ser pobres, configurando uno de los caracteres de la cinta en los que más pesa la aguda crítica social que encierra. Todos los actores y bailarines están excelentes, y los números musicales, animados por la música del gran Leonard Berstein, son simplemente soberbios. El ambiente, a caballo entre la artificiosidad del estudio y el realismo de la calle está impreso en un color esplendoroso y que llena cada escena de un significado distinto, acompañando a la citada música al otorgar la emoción necesaria. La ambientación festiva de los inicios del filme poco a poco se va apagando para establecerse en un tono sombrío, triste, descorazonador, conforme la inevitable y sabida tragedia va a avanzando. Una película maravillosa, una obra comercial perfecta que además encierra un contenido brutal.

DISTRITO 9 de Neill Blomkampf - 2009 - ("District 9")

Hace más de veinte años que la Tierra tuvo su primer contacto con alienígenas. Una nave se posó sobre Johannesburgo, en Sudáfrica, y desde entonces no se ha movido de allí. Sus tripulantes, que no pueden volver a su planeta por alguna razón que los humanos desconocen, viven hacinados en el Distrito 9, un miserable campo de refugiados de los arrabales de la ciudad en donde los gobiernos del mundo, que los han olvidado, les dejan pudrirse mientras los humanos los odian por ser diferentes y se aprovechan de ellos tanto empresas preocupadas por el beneficio a toda costa como señores de la guerra. Las cosas están, sin embargo, a punto de cambiar cuando un humano mediocre y cobarde llamado Wikus van der Merwe contraiga un misterioso virus que le emparente directamente con los extraterrestres... Una guerra va a desatarse.


Creador de efectos visuales y afamado y premiado autor de vídeos publicitarios y videoclips, el sudafricano Neill Blomkampf debuta en la dirección de largometrajes apadrinado por Peter Jackson en la que ya es una de las películas de culto de la historia del cine de ciencia ficción, “Distrito 9”, una maravillosa obra maestra guionizada por él mismo y por la escritora canadiense Terri Tatchell que da una vuelta de tuerca al “género” de los extraterrestres que todos, de una forma u otra, nos hemos planteado o esperado colocándo a los seres humanos como los opresores y a los alienígenas como los oprimidos. Sitiados en un arrabal de Johannesburgo, en un miserable campo de refugiados como tantos pueblos de la Tierra, los extraterrestres viven marginados esperando poder volver a su planeta (tal vez asolado por alguna crisis o catástrofe que no se menciona pero que se intuye) mientras el gobierno de Sudáfrica los mueve de un lugar a otro sin preocuparse por darles una existencia digna (e incluso maltratándolos y asesinándolos si es preciso) y los habitantes de la gran ciudad los desprecian, ya que la xenofobia ha llegado con ellos (además, a un país marcado por un drama "único" como el del Apartheid). En este ambiente, una guerra de un solo hombre y un solo alienígena contra un gobierno, unos militares y unas empresas únicamente preocupadas por el beneficio económico está a punto de empezar. Con una estructura de documental en sus inicios (el filme está basado en el cortometraje de su mismo creador “Alive in Jo’burg”, que recrea algo parecido a estos inicios en la misma Johannesburgo), “Distrito 9” cambia radicalmente de registro para centrarse en narrar una historia de horror y de egoísmo que termina tornándose épica y redentora en la que los humanos y los extraterrestres llegan a entenderse mínimamente y en la que, con unos cimientos de cine casi de aventuras (con unos efectos especiales geniales y tremendamente reales y con unas escenas de acción verdaderamente frenéticas y emocionantes) se ataca tanto al ser humano en sí (que llega a ser más vil, cruel, brutal y desconsiderado para con sus semejantes que los a priori horrendos alienígenas, pacíficos incluso en su marginalidad casi total) como al mundo capitalisma más agresivo, a las grandes empresas científicas y tecnológicas, a la corrupción y a la conspiración política, a la guerra y sobre todo al racismo y a la xenofobia, que irónicamente se desatan como he mencionado en un país como Sudáfrica, con una triste tradición histórica en este aspecto, y además lo hace tanto entre los blancos como entre los negros. “Distrito 9”, película comprometida de ciencia ficción (la buena ciencia ficción, como toda buena historia fantástica, está llena de referencias a lo humano) protagonizada por un genial Sharlto Copley (también director y amigo íntimo del autor) está destinada a ser una de las grandes gestas de este género. Esperemos que Niell Blomkampf siga en esta línea.

domingo, 26 de septiembre de 2010

EL EQUIPO A de Joe Carnahan - 2010 - ("The A Team")

Un capricho del destino une al Coronel Hannibal Smith y a Templeton 'Fenix' Peck, expertos soldados, estrategas y espías, con el musculoso M.A. Barracus y con el loco de atar Murdock. Después de esta unión, nunca más van a volver a separarse. 'El Equipo A', como todos conocen al cuarteto, pronto se convierte, y por méritos propios, en uno de los grandes ases de las Fuerzas Armadas de los USA, en un grupo de profesionales del combate y la estrategia a los que ninguna misión se les resiste y cuya calidad en su trabajo es equiparable además a su calidad humana. Sin embargo, alguien va a conspirar contra ellos y a tenderles una trampa que va a cambiar sus vidas para siempre...

El irregular director norteamericano Joe Carnahan se ha movido hasta ahora en el género negro, el que ha mezclado con la acción y la comedia a menudo, aunque también ha incursionado en el thriller. Su filmografía, todavía corta, se compone de "Sangre, balas y gasolina", "Narc", "Ases calientes" y "El Equipo A".


Entre las recientes adaptaciones de grandes series clásicas de acción de las décadas de los setenta y ochenta la de los chicos del Equipo A puede considerarse medianamente afortunada, especialmente cuando ha de codearse con cosas como "Starsky y Hutch" o las entregas de "Los Ángeles de Charlie". Las aventuras actualizadas de Hannibal, Fenix, M.A. y Murdoch, sin ser en absoluto una maravilla, resultan en todo momento muy divertidas, cosa que algunas de las mencionadas ni siquiera llegan a serlo. Conscientemente "casposilla" y muy desmadrada (como lo era la serie), "El Equipo A" tiene gags que explotan lo visto tanto en la mítica serie como en montones de películas de acción sin prejuicios y sin pretensiones de ningún tipo alternando lo medianamente ingenioso (como el "jaque mate final al villano", muy divertido) con lo predecible (las apariciones finales de Murdoch al final de casi cada plan) y con lo delirante, que no podía faltar en toda película de acción como he dicho desmadrada (ese tanque "volador" a base de cañonazos). A priori, son los elementos que contienen tantas otras películas mediocres (como las mencionadas de "Starsky y Hutch" o "Los Ángeles de Charlie"). Sin embargo, creo que "El Equipo A" gana en un sentido: mantiene la esencia de los personajes originales. Liam Neeson, Bradley Cooper, Quinton 'Rampage' Jackson y Sharlto Copley (actor y también director al que por cierto vimos hace un año protagonizando la magistral "Distrito 9") mantienen, respectivamente, la mencionada esencia de los originales miembros del equipo George Peppard, Dirk Benedict, Mr. T. y Dwight Schultz. Y, además, todos son realmente simpáticos y existe una mínima química entre ellos. Por eso "El Equipo A" es tan entrañable y tan distraída. Y no busca otra cosa. A mi, por lo menos, me ha divertido bastante y me ha parecido digna.

EL RETRATO DE DORIAN GRAY de Oliver Parker – 2009 – (“Dorian Gray”)

El joven y atractivo Dorian Gray vuelve a su Londres natal para, tras haber pasado su infancia en el campo, heredar la gran fortuna de su padre y su mansión. En la capital inglesa Dorian se hace pronto amigo del bondadoso pintor Basil y del desconsiderado vividor Lord Henry, que le sumerge en un mundo de libertinaje absoluto en el que triunfa gracias a su belleza y juventud. Sin embargo, Dorian cada vez es más consciente de que algún día esta belleza y juventud desaparecerán. Sus deseos de ser joven para siempre son entonces proyectados en el hermoso cuadro que Basil ha realizado de él. Comienza la gran aventura de Dorian Gray y, también, su gran pesadilla.


El bastante irregular director inglés Oliver Parker se mueve entre filmes dignos y mediocres y todavía no ha desarrollado una personalidad completa como autor. Su filmografía, en la que hay bastantes adaptaciones de clásicos de la literatura (muchas de Oscar Wilde, el cual pienso que le apasiona debido a todas las veces que le ha revisitado), se compone de su versión de "Otelo", de sus versiones de las obras de Wilde "Un marido ideal" y "La importancia de llamarse Ernesto", del thriller sobre metacine "Fundido a negro", de las comedias "I really hate my job", "Supercañeras" y "Supercañeras II" y de la nueva versión de "El retrato de Dorian Gray".


Estrenada ahora en las salas españolas (no sé por qué, ya que la película es del pasado año 2009), esta nueva versión de "El retrato de Dorian Gray" ofrece giros interesantes en el mito del joven inmortal y de su cuadro maldito pero no llega a ser un producto completo debido a que no desarrolla completamente (lo olvida en favor de las "novedades") los pormenores de la clásica historia de Oscar Wilde. Dorian Gray (un correcto Ben Barnes) lleva ahora su historia más allá y vive, tras viajar por el mundo haciendo gala de su juventud eterna, una época de cambios que deja atrás su ambiente victoriano. Este planteamiento sería interesante si estuviese bien desarrollado. Pero no lo está: dos de los personajes clave de la trama, Sybil Vane y Basil Hallward (buenos Rachel Hurd-Wood y Ben Chaplin), no tienen todo el peso que deberían tener y no se proyectan con suficiente fuerza en el futuro de Dorian. E insisto: son dos personajes clave sin los cuales la obra pierde mucho sentido (especialmente Sybil Vane se echa muchísimo en falta, ya que parece no ser más que una anécdota). Por otra parte, la película termina resultando un filme "de aura de terror" al uso con carreras finales e incendio incluido en el cual, además, el personaje de Lord Henry (buen Colin Firth) pierde casi de golpe toda su idisincracia cínica y por momentos inhumanamente egoísta para intentar pararle los pies a Dorian. Detalles buenos si tiene el filme: el no mostrar el cuadro hasta el final es acertado (aunque es lo poco sugerente que posee la obra) y el poder desarrollar explícitamente (con hechos) la atracción homosexual entre Basil y Dorian (porque los tiempos de hoy lo permiten, vaya) son dignos de reseñar. Pero el conjunto se pierde finalmente en lo mediocre debido a los fallos antes mencionados. Esta nueva versión de "El retrato de Dorian Gray" no es una mala película (es entretenida y por lo menos conserva dignidad alejándose de la ridiculez), pero eso no la salva de ser olvidable. Y es una pena, sobre todo teniento en cuenta que Oliver Parker, su director, tiene gran experiencia adaptando a Oscar Wilde o, por lo menos, debería tenerla.

sábado, 25 de septiembre de 2010

CENTURIÓN de Neil Marshall - 2010 - ("Centurion")

Año 117. El orgulloso Imperio Romano domina la mayor parte del mundo conocido. Una tierra, sin embargo, se le sigue escapando a su control: la fría, oscura e inhóspita Bretaña, en donde lucha sin descanso contra sus moradores, los salvajes y brutales pictos, tratando de mantener una frontera cada vez más endeble. En este ambiente hostil, Roma ha de afrontar un golpe más: como consecuencia de una emboscada picta, la poderosa Novena Legión es exterminada casi por completo y su líder hecho prisionero. Un puñado de supervivientes, sin embargo, van a intentar un rescate y una huída desesperada a través de estas hostiles tierras.


Hasta ahora dedicado al cine de terror, fantástico, de ciencia ficción y de aventuras (o a la mixtura desprejuiciada de todos ellos), el inglés Neil Marshall se ha hecho un nombre como joven promesa dentro de estos géneros gracias a sus propuestas fílmicas habitualmente imaginativas, desprejuiciadas (como he señalado) a veces hasta sus últimas consecuencias y a menudo realizadas con presupuestos no muy altos pero verdaderamente bien aprovechados. Todavía es pronto para valorar su aún corta carrera, pienso. Su obra, de cuidada estética a menudo oscura, cargada de vistosa violencia y poseedora de una consciente áura de serie B, está compuesta de los filmes de terror "Dog Soldiers" (éste hoy es ya de culto) y "The Descent", del popuri de zombies con "Mad Max" y aventura medieval "Doomsday" (para muchos divertidísima y para otros un timo) y del peplum "Centurión".


La verdad es que, si bien se ha levantado ligeramente (sobre todo en el mundo de las series con maravillas como "Roma" o "Espartaco. Sangre y Arena") después del exitosísimo estreno hace ya diez años del "Gladiator" de Ridley Scott, el clásico y bastante olvidado género del peplum no ha resurgido con la fuerza con la que en su momento se esperó que resurgiese (lo mismo le ha pasado al género de los piratas tras el reciente boom de la hasta ahora trilogía de "Piratas del Caribe"). Por eso, una película como "Centurión", sin ser una grandísima maravilla, pienso que supone un pequeño soplo de aire fresco en una cartelera en la que los romanos no se liaban a espadazos entre ellos o con alguna cultura rival desde hace bastante tiempo. La nueva película de Neil Marshall es, desde mi punto de vista, la más redonda de su corta filmografía. Mezcla desprejuiciada de filme de acción, thriller (muy predecible pero efectivo), filme de terror y filme histórico con licencias, "Centurión", apoyada en unos actores protagonistas muy efectivos y carismáticos y en una fotografía sombría con momentos que casi rozan el blanco y negro, es una película que no deja parar un momento al espectador que busque ver acción montada con nervio y con un mínimo de buen hacer (la batalla final en el fuerte abandonado es divertidísima). Marshall monta un homenaje al terror, a la serie B, al mencionado peplum e incluso al cómic y a su estética que sólo busca divertir, lo cual consigue de sobra. Es cierto, sin embargo, que sus personajes son bastante planos (algunos secundarios no valen más que para decir dos o tres frases y morir a manos de los pictos), que los giros de la trama de su cuarta película se intuyen en todo momento y que la historia de amor que aparece un poco de sopetón está cogidilla con pinzas. Pero, a pesar de ello, como filme de acción frenética, "Centurión" cumple, como he señalado, de sobra, y además lo hace portando una violencia barroca verdaderamente sucia, vistosa y tajante y una historia sin maniqueísmos excesivos en la que los "civilizados" romanos resultan ser peores que los pictos, los supuestos villanos de la función, a los que encabeza una Olga Kurylenko muy conseguida como villana muda y letal (casi un homenaje al cine de zombies). A mi me ha parecido una revisitación muy digna del peplum.

viernes, 24 de septiembre de 2010

NANOOK EL ESQUIMAL de Robert J. Flaherty - 1922 - ("Nanook of the North")

Documental sobre la vida diaria del valiente esquimal Nanook y su familia en las heladas e inhóspitas tierras de Port Huron, cerca de la Bahía de Hudson, en Canadá.

Uno de los pioneros y grandes maestros del cine documental de todos los tiempos es el norteamericano Robert Joseph Flaherty, aventurero y explorador del gran norte canadiense y cartógrafo antes que cineasta. Poeta lírico de la imagen, siempre fue un amante de la naturaleza en su grado más puro y virgen, y siempre estuvo obsesionado con captar la realidad tal y como era en todo su esplendor, sin añadir absolutamente nada al documento obtenido a través de la cámara. Intentó, a través de sus películas, mostrar la dignidad y la riqueza cultural y humana de los pueblos marginados, olvidados, menospreciados o directamente despreciados por ser considerados primitivos y salvajes entre los grupos la sociedad “civilizada”. Un asunto se repite en casi todas sus obras: la lucha titánica del hombre contra la naturaleza indómita, lucha que le forma como propio hombre. Arriesgado aventurero y viajero incansable, Flaherty convivía con las razas a las que grababa como uno más en sus ambientes. Se le acusó, por “dejar hacer”, de no tomar partido en sus historias y de rechazar lo social, aunque lo cierto es que su obra tiene un talante humanista lleno de sinceridad difícilmente imitable. Sus documentales desprenden una mirada sencilla y bondadosa, compresiva como pocas, tolerante, dignísima, aspirante a la eternidad y al ensalzamiento de las mejores cualidades del ser humano, que siempre surgen en los momentos de peligros y de penurias para salvarle. De filmografía escasa y espaciada, rodó un documental llamado “Esquimo” que se quemó durante el montaje, tras el cual debutó con “Nanook el esquimal”, que le lanzó a la gloria. Sus siguientes obras fueron “Moana”, sobre Polinesia, “Sombras blancas en los Mares del Sur”, documental que terminaría W.S. Van Dyke, “Tabú”, co-dirigido junto al gran alemán Murnau, “Hombres de Arán”, sobre Irlanda, “Sabú”, su incursión comercial inglesa que fue un fracaso, “The land”, sobre la erosión del suelo y “Louisiana Story”, sobre el hombre y su relación con la máquina. Después de la mencionada “The land”, durísima muestra de la miserable vida agrícola norteamericana que fue prohibida por el gobierno en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, la carrera de Flaherty cayó notablemente. Las instituciones perdieron gran parte de la confianza que tenían en él y ya no pudo terminar su cortometraje sobre el Guernica de Picasso y su obra “El Titán: Historia de Michelangelo”. La muerte, además, le sorprendió en 1951, demasiado pronto. Ahí queda su maravillosa obra.


En “Nanook el esquimal”, uno de los documentales decisivos de la historia, con su característica mirada tierna y a la vez dura, Flaherty muestra la poética realidad en la que vive la menospreciada raza esquimal a través de la vida de la familia de Nanook, con la que él mismo convivió durante el rodaje del filme (que duró más de un año). Registró el genial autor, en su estilo limpiamente expositivo, que no tomaba nunca partido, todo sobre ellos: su vida diaria, su forma de cazar, su comercio, la construcción de iglús, su pesca, su navegación, su lucha contra el clima y contra los peligros de la tundra, su forma de amar, sus viajes de nómadas, su contacto con las otras razas, y conmovió a generaciones enteras, ayudando a tender un puente de compresión entre civilizaciones distantes en todos los aspectos, que era algo que él siempre buscó en sus proyectos. Maravilloso documental, fue por desgracia “Nanook el esquimal” un fracaso de taquilla en los USA, mientras que en Europa (sobre todo en Francia) fue mucho más exitosa. En un tiempo en el que el término “documental” apenas existía como tal, la ópera prima de Flaherty se erigió como el primero de ellos oficialmente hablando. Y por supuesto, lo cambió todo. Por eso sigue apasionando como el primer día.

lunes, 20 de septiembre de 2010

EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD de Leni Riefenstahl - 1935 - ("Triump des Willens")

Documental propagandístico sobre el congreso del Partido Nazi en Nuremberg en 1934.


Sin la controvertida actriz y cineasta alemana Leni Riefenstahl el documental no sería lo que es hoy en día. Gran precursora de técnicas ya clásicas y con un inigualable sentido de la estética, fue una artista revolucionaria como pocas que a lo largo de su vida dedicada con fervor a la grabación nunca dejó de innovar. Aún propagandísticos muchos de ellos, como los de tantos otros, sus documentales destilan una belleza sin par y un rigor social/costumbrista meticuloso y lleno de respeto y fascinación por las culturas que retrata (ya sea la nazi o la de una tribu africana). Leni Riefenstahl se inició en el cine como actriz y destacó dirigiendo la grandiosa y comentada “El triunfo de la voluntad”, encargada por el propio Adolf Hitler, al que la directora ofreció su colaboración. Fue una de las películas emblemáticas del Tercer Reich y una de las obras maestras definitivas del documental mundial. Le siguió otra igualmente maravillosa: “Olympia”, sobre los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936. Gran simpatizante de Hitler, fue ensalzada por éste en toda Alemania y su popularidad y reconocimiento llegó a lo más alto. Por supuesto, tras la caída del dictador ella también se hundió. Admitió haber confiando en él y en sus promesas de levantar Alemania, aunque también afirmó no haber estado nunca de acuerdo con sus ideas racistas y machistas y no saber nada de los holocaustos que perpetró. También negó haber sido su amante, de lo que la acusaron. Tras ser puesta en libertad, se marchó a Francia, en donde permaneció un tiempo en el manicomio y después fue juzgada de nuevo. Fue declarada inocente, simpatizante del partido pero no perteneciente a él. Respecto a sus obras, declaró que eran encargos comerciales como otros cualesquiera, y denunció que, antes de la caía del Reich, habían sido hipócritamente alabadas en todo el mundo. ¿Qué hubo y hay de verdad en todo esto? Nunca lo sabremos. El caso es que Leni Riefenstahl es una de las más grandes directoras de la historia del cine. En Alemania dirigió los documentales de propaganda “Sieg des Glaubens”, “El triunfo de la fe”, “El triunfo de la voluntad” y “Olympia”, además de coordinar los noticiarios “Reichsparteitag” y dejar inacabada la ópera “Tiefland”. Al caer el Tercer Reich y dejar Francia, pasó una temporada en los Estados Unidos, en donde al parecer tuvo un breve romance con Walt Disney, simpatizante de los nazis que la acogió. Pasó el resto de su vida viajando y dedicada a la fotografía, arte al que también aportó grandes obras, y a los documentales. Intentó constantemente sacar su carrera adelante, pero le cerraron casi todas las puertas a causa de su pasado y esto la acabó transformando en una artista underground ahora revalorizada. Con sesenta años, se marchó a vivir a Sudán con la tribu Nuba, en la que se integró a la perfección aprendiendo su lengua y sus costumbres y de la que grabó sus ritos, sus luchas, sus fiestas. Después, a los setenta años, recorrió los fondos marinos tomando espléndidas fotografías y grabando vídeos. Murió a los 101 años todavía despreciada por muchos.


Aladabo primero por unanimidad en todo el mundo y despreciado después, “El triunfo de la voluntad” es para muchos el mejor documental propagandístico de la historia. Con un título que hace referencia a Nietzche y con banda sonora de Wagner, retrata los hechos acontecidos en el congreso del Partido Nazi en Nuremberg en el año anterior a su publicación, 1934. Es uno de los documentos audiovisuales más importantes de este siglo y el primero en el que aparece Adolf Hitler captado tan de cerca. Está compuesto para resaltar el culto a su personalidad, que simboliza al partido y a Alemania. Para ello, está estructurado alternando las imágenes de grandes masas en movimiento, emocionadas o enfervorizadas, con las del líder y sus hombres cercanos lanzando sus discursos. Hay, además, otra corriente de imágenes alternadas: las de estas mencionadas grandes masas y las de la intimidad más delicada de estas propias masas o de sus líderes. Adolf Hitler simboliza al mesías que ha sacado a Alemania de la miseria y de la humillación sufrida tras la Primera Guerra Mundial y que va a hacer de ella un imperio destinado a perdurar miles de años. El filme, con todo lo horrible que oculta, maquilla y camufla y con todo lo que manipula, puede ser calificado como épico y, ciertamente, logra su propósito si no es examinado con detenimiento y ojo crítico: exaltar y conmover. No en vano, fue toda una revolución antes de que se conocieran todas las caras oscuras de los nazis. Leni Riefenstahl usa la cámara lenta, los teleobjetivos, las cámaras múltiples, realiza unas esplendorosas tomas aéreas de toda la ciudad y lo monta todo con gran imaginación, pulso y agilidad. “El triunfo de la voluntad” fue multipremiada en Francia, en Suecia y hasta en los USA, y elogiada por cineastas e intelectuales (el propio Charles Chaplin entre ellos) mientras que se le auguró a su autora, que fue comparada con Eisenstein o con Capra, un futuro fulgurante. Más tarde, esta cinta y ella misma fueron despreciadas y vilipendiadas sin piedad. Reacción lógica tras lo ocurrido en Europa en la Segunda Guerra Mundial, por supuesto. Sin embargo, no por ello deja de ser una obra maestra; hay que dejar de lado el mensaje político que contiene. Técnicamente, el cine no sería nada sin ella. Lo mismo ocurre con otros filmes maniqueos, de ideologías despreciables o propagandísticos como “El nacimiento de una nación” o “El Acorazado Potemkin”… Como con “El triunfo de la voluntad”, no hay que dejar de verlos.

domingo, 19 de septiembre de 2010

EN TIERRA HOSTIL de Kathryn Bigelow - 2008 - ("The hurt locker")

El sargento norteamericano William James, hombre temerario que vive por y para desactivar bombas en conflictos bélicos, la única pasión que tiene en la vida, es destinado a una unidad anti explosivos de Bagdad, en Irak, tras la muerte en acto de sevicio de su anterior especialista. James es el mejor en su campo: no hay trabajo que se le resista. Sin embargo, también desata el enfrentamiento con sus compañeros, que no comprenden su modo de actuar y su constante exposición voluntaria al riesgo.


Kathryn Bigelow es una directora norteamericana con una filmografía más bien irregular llena de productos mediocres y olvidables que este año ha ganado el Oscar con una buena película que, pienso, es la mejor de su filmografía: "En tierra hostil". Su carrera, abierta a todos los géneros pero bastante impersonal en líneas generales, se completa con el filme de moteros de aura independiente (interesante) "The loveless", el filme de vampiros "Los viajeros de la noche", el thriller "Acero azul", el filme de surfistas y acción "Le llaman Bodhi", el thriller futurista "Días extraños", el nuevo thriller "El peso del agua" y el filme bélico "K-19. The Widowmaker".


"En tierra hostil" me sorprendió el día de su estreno. Y me sorprendió especialmente por estar encuadrada en una filmografía como la de Kathryn Bigelow, que salvo alguna excepción me parece tremendamente irregular y llena de mediocridades. Con un guión del periodista Mark Boal, que fue enviado especial en Irak, el filme, además de retratar como casi todo filme bélico o relacionado con este género el horror de la guerra o de la vida al límite en esta guerra, pienso que es, sobre todo, una disección del papel del miedo y de la tensión como elementos redentores de una vida vacía en el Primer Mundo moderno. Por medio de un estilo realista muy crudo y casi documental por momentos, la directora retrata la vida de uno de esos militares que, más allá de la vocación, no conocen otra forma de existencia que la de su profesión, en la que juegan con la muerte día tras día y que son absolutamente incapaces de adaptarse a un mundo sin guerra, ordenado y seguro pero monótono y frío. Alrededor de esta pasión casi suicida pivota todo lo demás: la violencia, la muerte, el horror diario, la tensión constante, la lucha entre culturas radicalmente diferentes, la crítica tanto a las dictaduras como al capitalismo que crean guerras para enriquecerse, la crítica al estamento militar estadounidense y europeo o el retrato duro de la vida de los soldados en el campo de batalla que nunca da tregua. La tensión de "En tierra hostil" está magníficamente llevada por Bigelow, que sabe tanto atrapar al espectador en la angustia del terror de los explosivos como revolverle las tripas con ciertas escenas como la del niño bomba, otra muestra del horror de las contiendas. Tiene el filme además un gran punto a su favor: no es en absoluto maniqueo, y muestra sin tapujos y sin hacer concesiones las aberraciones y la barbarie de los dos bandos enfrentados, que matan o dejan morir entre risas y caras de satisfacción o que utilizan a civiles (niños incluso) como bombas humanas para acabar como sea con sus enemigos. Una muy buena cinta que resulta extraña, a estas alturas, en la filmografía de su autora, en general poco interesante.

viernes, 17 de septiembre de 2010

DRAGON BALL EVOLUTION de James Wong - 2009 - ("Dragon Ball Evolution")

Goku es un joven que va al instituto y que, gracias al entrenamiento de su abuelo Gohan, es un maestro de las artes marciales. Sin embargo, no es feliz: no tiene amigos y tampoco éxito con las chicas por ser demasiado raro. Su vida cambia de golpe cuando Piccolo, un malvado diablo, asesina a su abuelo y comienza su plan para dominar el mundo. Goku, junto a su compañera de clase Chichí, junto unos chicos que acaba de conocer (Bulma y Yamsha) y junto al Duende Tortuga, un viejo amigo de su abuelo, va a pararle los pies a Piccolo y a su letal aliada Mai... Y, para ello, necesita el poder de las legendarias y misteriosas Bolas del Dragón.

ESTA SINOPSIS DUELE…


De solamente escribir la horrenda sinopsis de arriba ya me está volviendo la rabia. “Dragon Ball Evolution”, perpetrada por James Wong, el pésimo director de “Destino Final”, “El único” y “Destino Final III” y por unos tiparracos que no han leído en su vida un cómic de “Dragon Ball”, es, posiblemente, la afrenta más grotesca que se le ha podido hacer a una obra escrita y dibujada en la historia del cine. El que es uno de los mangas más famosos del mundo (se empezó a publicar en 1984, se cerró su edición definitivamente en 1995 y, desde entonces, y a pesar de haber finalizado todas sus sagas, no ha dejado de generar películas de animación, nuevas series sobre sus personajes, nuevas ediciones, videojuegos y toda clase de merchandising) ha sido llevado a la gran pantalla como sólo Hollywood acostumbra a hacer; es decir, no se ha respetado la historia original, han cambiado la idiosincracia de todos los personajes, han eliminado de un plumazo y sin razón a otros imprescindibles de la trama y han levantado un bochornoso popurrí sin sentido de escenas de los cómics en los que "se basa" que desata la más terrible de las vergüenzas ajenas. Así, en esta cosa Goku es un chaval metrosexual de dieciocho años que va al instituto, en donde los chulitos de la clase lo marginan; su abuelo Gohan está vivo y “le enseña a ligar”, Chichí es su compañera buenorra, Bulma no tiene el pelo azul, Yamsha es un motero con melenas rubias (y Puar no aparece por ninguna parte), el Torneo de las Artes Marciales es una vergüenza que prefiero olvidar, los Kame Hame Ha sirven para resucitar a los muertos (¿?¿?¿?¿?¿?¿?), Piccolo quiere conquistar el mundo junto a Mai (un personaje completamente secundario en los cómics –la chica que viajaba junto a Pilaf y al Perro Ninja- al que aquí se le introduce como principal mientras faltan otros verdaderamente principales), Goku es una creación diabólica de Piccolo (por lo que, de un plumazo, se han cargado las sagas de Vegeta y de Freezer, que ya pierden toda su razón de ser) y se transforma en Ozaru sólo cuando hay eclipses (sin comentarios), el Duende Tortuga es un Chow Yun-Fat patético que, tras aparecer calvo y con perilla en casi todas sus últimas películas antes de ésta, aquí lo hace con pelo y sin perilla (es que es para matarlos, sí), el Maestro Mutaito es negro (es el "Cazafantasmas" Ernie Hudson) y personajes clave de la primera etapa de la serie como Krilin, Tenshian o Chaoz (especialmente es clave el primero: el mejor amigo de Goku) no aparecen por ninguna parte. “Dragon Ball Evolution” es todo un despropósito argumental que se pasa por el forro la divertidísima obra de Akira Toriyama. Sin embargo, si piensan que aunque la trama esté completamente trastocada la película puede ser por lo menos entretenida, están equivocados: no tiene ningún ritmo, es pueril hasta decir basta, los diálogos son vergonzantes, las escenas de acción aburridísimas, la trama salta de un lado a otro sin ninguna explicación coherente y la escasa hora y cuarto que la cinta dura se hace verdaderamente eterna.“Dragon Ball Evolution” va directa al basurero en el que reposan esas películas tocadas por Hollywood sin ningún criterio y sin ningún miramiento por hacer un producto digno y fiel a su original: “Street Fighter: La Última Batalla” y “Street Fighter: La Leyenda”, “Double Dragon”, los diversos “Mortal Kombat”, “House of The Dead”, la trilogía de “Resident Evil”, “Alone in The Dark”, las dos entregas de “Los Cuatro Fantásticos”, “Catwoman”, “Max Payne”... Y ya paro, porque entonces, desgraciadamente, no termino. Lo que sí me consuela es que esta porquería inmunda fue, el pasado 2009, un fracaso en las taquillas (yo la he visto sin pagar, por supuesto, y, eso sí, me he echado unas buenas risas con mis amigos).


NO SE ME OCURRE MEJOR PELÍCULA PARA INAUGURAR MI ETIQUETA DE "GRANDES BODRIOS" 

jueves, 16 de septiembre de 2010

LOS DIEZ MANDAMIENTOS de Cecil B. De Mille - 1956 - ("The Ten Commandments")

Egipto vive una época de grandeza y de prosperidad, de gloria y de conquistas. Los faraones construyen imponentes tumbas y grandes ciudades para no ser olvidados, y sus esclavos son los hebreos, pueblo al que someten con mano de hierro y que trabaja sin descanso en sus colosales construcciones, pueblo que vive soñando con el cumplimiento de la promesa hecha por su Dios: la liberación, promesa de la que los egipcios se burlan. Sin embargo, el hombre que llevará a sus esclavos a la libertad vive con ellos: se llama Moisés, es un falso hijo de Ramsés I y pronto tomará conciencia de las penurias de su gente, a la que habrá de salvar con el poder de Dios y a la que por desgracia también habrá de castigar en el futuro por maldad e infidelidad al mismo Dios.


Uno de los grandes pioneros del cine norteamericano y uno de los fundadores de Hollywood es Cecil Blount De Mille, incansable innovador de los inicios del lenguaje cinematográfico, creador del star-system, prolífico productor, guionista y director y creador de muchísimas de las más grandes obras de gran espectáculo de la industria clásica de su país. Estuvo en la futura meca del cine desde 1913 y allí se formó hasta ser uno de los grandes directores todoterreno de la historia. Su obra se destaca por su colosalismo creador, con un inigualable sentido plástico, con imponentes decorados, inabarcables masas en movimiento, frenéticas escenas de acción, suntuosa imaginería y vestuario y vistosos y expresivos colores, pero también por su a menudo olvidada faceta intimista de estudio psicológico de sus personajes, nunca meros estereotipos. Gran director de estrellas del momento, se le acusó de “comercial” y se le criticó su postura de ferviente conservador, antisindicalista y anticomunista durante la Caza de Brujas. Sea como fuere, De Mille es uno de los autores imprescindibles del Hollywood clásico, un autor que casi siempre con éxito se enfrentó a cualquier género que se le pusiese por delante: el bíblico (uno de sus predilectos) con sus dos versiones de “Los Diez Mandamientos”, “Rey de reyes”, “El signo de la Cruz” o “Sansón y Dalila”, el western con “Buffalo Hill”, “Unión Pacífico”, “Policía montada del Canadá” o “Los inconquistables”, el histórico con “Cleopatra” y “Juana de Arco”, la comedia costumbrista con “Masculino y femenino” o “La fruta prohibida”, el drama con “La incrédula”, el bélico con “Por el valle de las sombras”, el espectáculo circense en estado puro con “El mayor espectáculo del mundo” o el olvidado cine de piratas con “Corsarios de Florida” o “Piratas del Mar Caribe”.

En 1923 Cecil B. De Mille dirigió su primera versión de “Los Diez Mandamientos” y, en 1956, treinta y tres años después, poseedor de muchísima más fama, dinero y medios, dirigió su "auto remake" de idéntico título, la que es una de las obras maestras indiscutibles de la historia del cine bíblico, una de las películas más espectaculares de todos los tiempos y, además, la última obra de su creador y el colofón de su larga carrera, ya que tras ella se retiró del mundo de la dirección. Un reparto de ensueño en el que encontramos desde grandes estrellas como Charlton Heston, Anne Baxter, Yul Brynner o Edward G. Robinson hasta actores de la talla de John Carradine o Vincent Price, más de 12.000 extras y 15.000 animales, 1.350.000 litros de agua usados sólamente en la escena del Mar Rojo, un rodaje realizado en el propio Egipto y en el mismo monte Sinaí y unos de los decorados más grandes jamás construidos configuran la colosal producción de "Los Diez Mandamientos". Todo al servicio de la espectacularidad y del buen hacer del genio comercial de DeMille, que logra por medio de un genial guión y de un dominio del ritmo tremendo que la friolera de cuatro horas de metraje se pasen en un vuelo. Por supuesto, y dada la ideología de su creador, este filme épico decisivo en la historia de su género ha sido acusado reiteradas veces de ser un manifiesto anticomunista en plena Guerra Fría, manifiesto en el que el Ramsés claramente orientalizado de Yul Briner es, al parecer, identificado con Mao Tse-Tung. ¿Pensáis que es esto cierto, o que algunos críticos ciertamente se pasan de rosca?

martes, 14 de septiembre de 2010

AL FINAL DE LA ESCALERA de Peter Medak - 1979 - ("The Changeling")

El compositor John Russell quiere volver a hacerse con su paz interior, quiere olvidar, quiere recuperarse de la perdida de su esposa y de su hijo en un terrible accidente. Por ello, deja atrás toda su vida y se traslada en busca de tranquilidad a una solitaria y antigua mansión que lleva doce años deshabitada. En ella, contrariamente a lo que piensa, no va a encontrar el sosiego que busca. Pronto comenzará a experimentar extrañas sensaciones: desde las habitaciones altas de la casa escucha muy a menudo raros sonidos, golpes inesperados, el arrastrarse de algo. Junto a su amiga Claire, John se va a lanzar a investigar su nuevo hogar para averiguar qué es lo que se esconde en las alturas, al final de las escaleras... Y va a hacer un terrible descubrimiento.


No hay efectos especiales desaforados, no hay ríos de sangre, no hay cuerpos mutilados de forma absurda, no hay monstruos horrendos, no hay sustos innecesarios provocados como vómitos de manera efectista y zafia, no hay muertes gratuitas, no hay carreras interminables por pasillos oscuros, no hay modelos tetonas que son asesinadas casi desnudas y no hay, cinco segundos antes de los créditos ni después de ellos, un epílogo estúpido que deje abierta la trama para rodar una secuela por si la cosa va bien en la taquilla. En la obra maestra del húngaro Peter Medak (la única obra maestra que rodó este director caído en desgracia artística demasiado pronto) sólo encontramos “eso” que a la mayoría de las películas de terror comerciales de nuestros días parece faltarle: la sugerencia, que siempre se apoya en un ambiente muy cuidado y, por supuesto, igualmente sugerente . “Al final de la escalera”, inspirada de forma consciente en el terror más clásico, al que homenajea, se cimienta por completo en esa enorme y decisiva capacidad de surgerir sensaciones sobrecogedoras que tienen “El gabinete del Doctor Caligari” y “La noche de los muertos vivientes”, “Nosferatu” y “La semilla del Diablo”, la trilogía de “Drácula” de Terence Fisher y “Tiburón”, “Suspense” y “El resplandor”; películas de terror todas ellas inteligentes y preocupadas por alcanzar un resultado artístico y personal. Basándose en la ya clásica trama de la casa encantada con alma en pena entre sus paredes a la que ha de ayudar un hombre traumatizado por su pasado, Peter Medak asusta a su público de una manera sincera refrescando el “género” y sustentándose para ello en la mera ambientación del victoriano lugar en el que se desarrolla la acción (verdaderamente terrorífico en toda su barroca magnitud), en los grandes angulares de las escaleras (explotados para extraer vértigo como pocas películas lo hacen), en los claroscuros de las esquinas misteriosas, en la fuerza de los murmullos y de los extraños sonidos que dejan intuir algo terrible, en eso que no se ve pero que se sabe que existe con certeza y, además, en un tempo pausado a la hora de desplegar los “sustos” que el filme regala, que, articulados muchas veces por medio del agua (elemento esencial en la trama) se alejan de todo efectismo posible para retratar de forma concisa y directa hechos secos que desatan escalofríos en el espectador, que siente en su propio salón la presencia sobrenatural de la mansión, un personaje más de la historia, por supuesto, y retratado con una fotografía espléndida. De verdadero infarto en toda su cortante y lóbrega sencillez son escenas como las de la pelotita cayendo escaleras abajo o la de la aparición repentina de la silla de ruedas. Pero no terminan aquí las virtudes de esta soberbia película; la historia de misterio de toques detectivescos se sigue con una fluidez pasmosa que en ningún momento releva al terror a un segundo plano, mientras que su protagonista, un pletórico George C. Scott recién llegado de la magistral “Patton”, borda otro de los papeles de su vida, al que otorga las dosis justas de comedimiento y de tormento interior. “Al final de la escalera” se alejaba además en su día del simple terror maniqueo para desarrollar las relaciones de colaboración a veces caprichosas y a veces incluso de una cierta amistad que se pueden dar entre un hombre hundido por la muerte de sus seres queridos y un fantasma sediento de venganza. Su esquema ha sido reimitado en muchas ocasiones con mayor o menor éxito. Se pueden rastrear sus huellas en “Poltergeist”, en “El sexto sentido”, en “Los otros”, en “El orfanato” y en miles de películas de las últimas tres décadas.

El húngaro Peter Medak, si bien no pudo tener un mejor pistoletazo de salida con “Al final de la escalera”, que le lanzó momentáneamente a una fama y a un reconocimiento que no supo aprovechar, se vino abajo artísticamente demasiado pronto y, desde entonces, no ha dejado de entregar películas básicamente mediocres. Su filmografía se completa con los thrillers “Los Krays” y “Romeo is Bleeding”, con la comedia “Un viaje a la Luna” y con la bazofia de “Species II” (nadie entiende cómo diablos pudo Medak terminar dirigiendo esto). Sin ser maravillas sí son más destacadas, en cambio, sus aportaciones a la televisión, para la que adaptó con bastante fidelidad “El jorobado de Notre Damme” y “David Copperfield” y en la que trabajó en series como “Cuentos de las estrellas”, “Más allá de los límites de la realidad”, “The Wire” y “Masters of Horror Series”.

lunes, 13 de septiembre de 2010

EL HOTEL ELÉCTRICO de Segundo de Chomón - 1908 - ("El hotel eléctrico")

Un matrimonio se aloja en el Hotel Eléctrico, un hotel maravilloso en donde todo funciona de forma automática: las maletas y los cajones se abren solos, la ropa se ordena por sí misma, la comida se prepara sola, los peines vuelan y peinan a los invitados, los cepillos lustran todo sin ayuda… Sin embargo, este hotel puede ser también víctima de fallos humanos… Y si éstos ocurren, el caos más delirante puede desatarse...


Junto a Fructuós Gelabert, el otro gran pionero del cine español fue el director, fotógrafo, pintor y guionista Segundo de Chomón, llamado con acierto por muchos el Méliès español. Nació en Teruel y, viajero y emprendedor incansable, fue combatiente voluntario en la Guerra de Cuba para, a su retorno, pasar un tiempo en París, en donde se comenzó a formar en el mundo del séptimo arte coloreando películas del propio Georges Méliès y de la empresa Pathé. Más tarde, se instaló en Barcelona como concesionario de esta compañía, en donde desarrolló su propio y personal arte. Segundo de Chomón fue uno de los primeros experimentadores del arte cinematográfico de España y, también, de Europa, aplicando en sus producciones lo que aprendió en Francia junto a técnicas propias que fueron imitadas en la propia Francia y también en países como Italia. Utilizó trucajes como los de su maestro, el ya mencionado Méliès, haciendo que sus personajes y sus objetos volaran, aparecieran y desaparecieran, fueran sustituídos por otros repentinamente por otros o explotaran. Usó también maquetas para sus rodajes, la técnica del fotograma a fotograma, la doble impresión, inventó un sistema basado en una plantilla de celuloide para colorear a mano las películas y conseguir efectos nunca antes vistos, usó desplazamientos de cámara, introdujo animaciones, tomas cenitales, travellings, transparencias, procedimientos rutinarios de color… Rodó todo tipo de películas: documentales, reconstrucciones, cuentos populares, adaptaciones, cintas de fantasía, dramas y también zarzuelas, que era muy común que se rodasen en la España de aquel momento. Destacan entre sus obras “Choque de trenes”, “Pulgarcito”, “Viaje al centro de La Tierra”, “Gulliver en el País de los Gigantes”, “Eclipse de Sol”, “Alarde equilibrista”, “La vida y la pasión de Jesucristo”, “El castillo encantado”, “La del puñao de rosas” y su obra maestra, “El hotel eléctrico”. También fue el encargado de los trucajes de míticas películas como “Cabiria”, de Giovanni Pastrone (al que enseñó muchísimo) o “Napoleón”, del gran Abel Gance (al parecer de Chomón fue la idea de colocar una cámara dentro de un cañón y dispararla). Murió en 1929 preparando un rodaje sin que se le hubiera dado toda la importancia y el mérito que tenía: el mismo que Méliès o, incluso, más. Su influencia se transmitió a toda la Europa de este naciente arte.

“El hotel eléctrico” se puede hacer pasar perfectamente por una película de Georges Méliès. Con un argumento nimio y sencillo hasta decir basta, cuenta la loca aventura de dos inquilinos de un hotel en donde todo es automático/mágico, en donde todo vuela y en donde las máquinas trabajan por los hombres. En plena Revolución Industrial, Segundo de Chomón representa este delirante establecimiento por medio de la visión de un futuro mecanizado-fantástico tan rudimentario y hasta utópico que hoy conserva un encanto especial ya inimitable (aunque muchos ven en el descontrol final de este mundo mecanizado-fantástico una crítica a la mencionada Revolución Industrial y al capitalismo desmedido que de ella se desprendería). “El hotel eléctrico” es, como “Viaje a la Luna”, uno de los primeros ejercicios de cine espectáculo de la historia, todo un festival de trucajes: todo vuela, todo explota, las cosas desaparecen y vuelven a aparecer, la ropa cambia de golpe, los pelos se peinan solos, los objetos se esfuman, los personajes se intercambian como cartas… Todo esto fue posible debido al llamado entonces "Sistema de paso de manivela", que al parecer inventó el propio De Chomón y por medio del cual se animaban los objetos para que cobrasen "vida propia" (para muchos es el claro antecedente del "stop-motion"). La influencia de este filme, como la del cortometraje maestro de Méliès, es decisiva en la historia del cine fantástico y del cine mundial en general. "El hotel eléctrico" dura siete minutos y, por suerte, se ha logrado conservar original casi en su totalidad. Todo un compendio imprescindible de las técnicas cinematográficas de principios del siglo XX.

domingo, 12 de septiembre de 2010

RIÑA EN UN CAFÉ de Fructuós Gelabert - 1897 - ("Riña en un café")

En un café, dos hombres compiten por las atenciones de una dama. La competencia es tan reñida que los dos la emprenden a mamporros y toda la sala estalla en el caos.

Después de que “el cine” fuera “inventado” por los hermanos Louis y Auguste Lumière en Francia y/o por Thomas Alva Edison en los Estados Unidos (siempre seguirá abierto el debate sobre quien lo hizo primero), se presenta, en 1895 en España, y concretamente en Madrid, el kinetoscopio de Edison, que es recibido con muy poco éxito por el público. Un poco más tarde llega la máquina de los Lumière, traida por uno de los empleados que enviaron a grabar y a difundir el invento por Europa, Alexandre Promio, que fue el autor de las primeras imágenes cinematográficas rodadas en España, realizadas al estilo de lo que hacían los propios Lumière: escenas cotidianas simples rodadas en un solo plano a menudo general, sin argumento salvo el de la propia escena. Fue especialmente conocida en la "obra" de Promio “Plaza del puerto de Barcelona”. Después llegan Eduardo Jimeno con “Salida de misa de doce del Pilar” y José Séller con “Entierro del General Sánchez Bregua”. Sin embargo, como los propios Lumière y el propio Edison, todavía está por ver si a estos pioneros de la imagen en movimiento se les puede llamar “autores”, cosa que ya se puede hacer con seguridad con el catalán de origen mallorquín Fructuós Gelabert. Nació en Barcelona y fue mecánico, ebanista y aficionado a la fotografía hasta que construyó su propia cámara de cine, con la que empezó a rodar sus propios guiones, entre los que se encuentra la primera película de ficción rodada en España: “Riña en un café”. Gelabert comenzó a presentar sus películas bajo un toldo en plena calle, desde donde pasó a dirigir proyectos por encargo de las primeras productoras primitivas y otras obras personales. Con un gran sentido de la composición y del encuadre, llegó a rodar cintas verdaderamente artísticas basadas en escenas cotidianas, en adaptaciones literarias y también documentales, y experimentó con vistas variadas, panorámicas, rótulos superpuestos e incluso ensayó una forma muy rudimentaria de cine sonoro al hacer que durante las proyecciones los propios actores recitasen sus diálogos. Con un gran éxito popular en sus inicios, rechazó una oferta de marcharse a rodar a los Estados Unidos y trabajó para Films Barcelona, para la Gaumont y para Films Cabot hasta fundar su propia productora: Boreal Films. Por desgracia, no le duró mucho. Gelabert entró en declive en la industria en constante cambio de los primeros años del séptimo arte y hubo de vender la Boreal a Studio Films para dedicarse al estudio y a la mejora de aparatos como el Cine-Gar, que inventó para los hogares pero que fracasó estrepitosamente. Obligado por la necesidad a rodar documentales, realizó en 1928 una película: “La puntaire”, que fracasó también por ser una cinta muda en una época en la que el público ya quería ver cintas sonoras. Fructuós Gelabert abandonó triste el cine y se encerró en su taller hasta 1952, cuando rodó con amigos y familiares una versión moderna de “Riña en un café”. Injustamente olvidado hasta la revalorización que se le ha otorgado en nuestros días, el padre del cine español dejó muchas obras en su vida, de las que por desgracia no se conserva casi ninguna: la comentada “Riña en un café”, “La salida de obreros de la España Industrial”, “Los guapos de la Vaquería del Parque”, “El guardia burlado”, “Los primeros calzoncillos de Toni”, “Baño imprevisto”, “Terra Baixa”, “María Rosa”, “La Dolores”, “Guzmán el Bueno”, “Mala raza”, “El Doctor Rojo”, “El sino manda” o “La puntaire”.

Rodada con la cámara que él mismo se había construído, “Riña en un café” narraba, ya con un guión dramático plenamente definido en la época, un hecho cotidiano cualquiera: la pelea de dos hombres por una mujer en la tertulia de un café, rodada, al parecer, en clave de comedia y utilizando los medios antes comentados con los que el autor experimentó y con los que revolucionó el cine de finales de siglo. El único fotograma que queda de su versión original de 1897 es el que se muestra en la foto de arriba. Muy insuficiente. Una lástima que no se conserve casi nada de este autor tan injustamente menospreciado en su época. La mayor parte de su prolífica filmografía se perdió por completo, desaparecida, corrompida, destrozada y mal cuidada. Casi dan ganas de llorar.

sábado, 11 de septiembre de 2010

CELDA 211 de Daniel Monzón - 2009 - ("Celda 211")

La vida de Juan marcha espléndidamente bien: tiene una mujer que le adora con la que va a tener un hijo y acaba de conseguir una plaza de funcionario de prisiones en un centro penitenciario de Zamora. Sin embargo, algo terrible le ocurre justo antes de su incorporación: cuando visita la cárcel en la que va a trabajar (el día antes de incorporarse oficialmente), un motín estalla dejándole a él dentro rodeado de una jauría de presos violentos que piden un mejor trato humano para todos ellos. Juan va a tener que afilar sus sentidos para sobrevivir... Y para ello, se va a hacer amigo del Malamadre, el líder del lugar, el estratega, el hombre más peligroso de la cárcel, el hombre al que todos siempre escuchan. La apacible vida de Juan va a cambiar radicalmente a partir de este momento.

Tras unos inicios titubeantes con las irregulares comedias “El corazón del guerrero” (de toque fantástico) y “El robo más grande jamás contado”, el antiguo crítico de cine y ahora director y guionista mallorquín Daniel Monzón ha destacado como joven promesa del séptimo arte español con el thriller “La caja Kovak” y, especialmente, con el drama carcelario “Celda 211”, su obra de absoluta madurez. Es todavía pronto para valorar su corta carrera en conjunto, pero esperemos que siga en esta línea de calidad a partir de ahora.


“Celda 211”, basada en la novela homónima del escritor y periodista sevillano Francisco Pérez Gandul, es posiblemente la obra maestra definitiva del cine español del pasado 2009. Drama carcelario social y político rodado con nervio y crudeza sin par, narra la historia de un joven funcionario de prisiones de un centro penitenciario de Zamora que, antes incluso de su primer día de trabajo, ha de enfrentarse a un motín que va a cambiarle radical y dramáticamente su vida. Daniel Monzón despliega un lucidísimo y seco escaparate de la sociedad española (una cárcel es una muestra magistral de cualquier sociedad) actual por medio de este motín en el que poco queda sin tratar: las malas condiciones de vida de los presos, los malos tratos de los funcionarios de prisiones, los malos tratos que se dan entre los propios presos (que se mueven constántemente entre la solidaridad que late en todos los grupos marginales y la pura traición por el puro interés), la violencia, la corrupción policial y política y hasta el terrorífico asunto de ETA (película valiente como pocas es “Celda 211”, y si no recuerden el excelente diálogo del Malamadre con los presos etarras -“¿Qué haríais vosotros?”: magistral-). Todo queda, sin embargo, envuelto en una nebulosa de ambigüedad que impregna hasta la acción más nimia de cualquiera de sus protagonistas: ambigüedad que no busca otra cosa que hacer pensar al espectador, escapar a toda costa del maniqueísmo (nuestro mundo es esencialmente ambiguo, como todos los seres humanos) y proponer constantes preguntas sobre las mencionadas violencia, corrupción política, solidaridad entre marginados, terrorismo y terrorismo de estado de una forma u otra (queda clarísimo que nuestro Gobierno –cualquiera- nos abandonaría –a cualquiera- a nuestra suerte ante las exigencias de cualquier grupo político poderoso). No hay buenos y malos en “Celda 211”; sólo seres humanos, y nadie es un angelito en la prisión, pero tampoco un diablo sin sentimientos (el a priori terrible personaje del Malamadre –del que no llegamos a saber qué hizo para estar encerrado- sorprenderá a más de uno con su extraño sentimiento de fraternidad, honor e incluso amistad). No puedo dejar de mencionar, antes de terminar, las actuaciones de su genial reparto: Luis Tosar, uno de los mejores actores de nuestro cine, borda el que es uno de los papeles de su vida, al igual que el tremebundamente ambiguo Alberto Ammann (debatiéndose entre la debilidad y la fortaleza, entre la candidez y la monstruosa desesperación) mientras que todos los secundarios brillan con luz propia, desde Antonio Resines a Marta Etura pasando por Manuel Morón.

En unos tiempos en los que muchos (algunos simples intermediarios traficantes de arte únicamente interesados por el dinero) echan la culpa a las descargas de internet de los males del cine español (no se puede tener más cinismo, cara dura y poca vergüenza) no hay que parar de reivindicar películas como “Celda 211”, que maravilla y sigue maravillando hasta a los más acérrimos detractores de nuestro cine.

“Celda 211” es una película valiente, terrible (en el buen sentido) y cargada de sinceridad y de buen hacer. “Celda 211” es lo que una gran parte de las películas españolas actuales no son. Que aprendan muchos.

viernes, 10 de septiembre de 2010

EL CHICO de Charles Chaplin - 1921 - ("The Kid")


Una joven sumamente pobre, hundida en la miseria, abandona a su bebé en la limusina de una familia rica y este acaba, por casualidades del destino, en manos de otro hombre sumamente pobre que lo adopta y que se convierte en su padre. Aunque pasan muchas necesidades, los dos acaban llevando una vida feliz. Sin embargo, esta vida puede estar a punto de cambiar cuando, con el paso de los años, la madre del chico vuelva en su búsqueda...


Actor, director, guionista, músico y productor de sus propias películas, Charles Chaplin fue un cómico inigualable de la gran pantalla que marcó y que seguirá marcando a generaciones enteras en la piel de su inolvidable Charlot, que siempre con su bombín y su bastón, con sus ropas grandes y rotas antes esplendorosas y con su ridículo bigotillo, fue un trasunto de su propia forma de ser y de sus ideas políticas y vitales. Quijotesco Don Juan enamoradizo e ingenuo, eterno vagabundo de gran calidad humana que es utilizado sin cesar por una sociedad egoísta, Charlot fue una sarcástica y a la vez tierna parodia del burgués caído en desgracia, del judío errante, del mendigo buscavidas, del trabajador mediocre alienado por la sociedad moderna o del hombre pobre pero soñador y emprendedor. Charles Chaplin pasó su infancia en un orfanato en Londres y emigró a los Estados Unidos para trabajar como cómico, en donde fue descubierto en 1913 en Hollywood por la Keystone, tras lo que empezó a rodar sus propias cintas cinematográficas (cortometrajes en sus inicios), que le lanzaron al estrellato como uno de los definitivos creadores del género burlesco junto a otros grandes colegas suyos como Buster Keaton o Harold Lloyd. En sus obras, historias sencillas llenas de humanidad, se fundían la comicidad con la ternura, el lirismo con el realismo más crudo y patético y la fantasía con la crítica social y política más ácida, irónica e inmisericorde. Gran parte (la mayor) de la filmografía de Chaplin es de corte humanista, reivindicativo y comprometido con la turbulenta realidad del momento en el que vivió. En un principio opuesto de forma radical al cine sonoro, se acabó abriendo a él y no perdió en esta nueva época su personalidad ni su buen hacer. Tras sus desternillantes y exitosos cortometrajes cómicos, comenzó a dirigir excelentes largometrajes, casi todos grandes obras maestras. Destacan en su filmografía "El chico", donde denunciaba la pobreza de las clases bajas y la situación de muchos niños abandonados; "La quimera del oro", comedia sobre el hambre y el ansia de riqueza y de mejorar una vida de miseria; "El circo", comedia más abiertamente cómica sobre la soledad; "Luces de la ciudad", historia de amor sobre los buenos sentimientos y la entrega total traicionados; "Tiempos modernos", la crítica de Chaplin más brutal y cáustica a la Revolución Industrial y a las nuevas sociedades capitalistas agresivas de producción y de consumo; "El gran dictador", sorprendente sátira hablada contra los fascismos que surgieron en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial; "Monsieur Verdoux", desesperanzado y nihilista thriller de atroz y escandalosa crítica social (una de las películas más sorprendentes y extrañas de su autor); "Candilejas", desgarrador drama nostálgico sobre el triste fin de un arte y un comediante perdedor (en la que también aparece Buster Keaton) y "Un rey en Nueva York", su último gran golpe al sistema capitalista antes de prácticamente retirarse como autor que le costó la enemistad absoluta del gobierno de los Estados Unidos.


"El chico" es una de las obras más famosas de Charles Chaplin, uno de sus primeros largometrajes y una de las películas que mejor sintetiza su estilo creador (sobre todo el de su primera etapa). Chaplin interpreta como Charlot a un "pobre hombre pobre "que cría a un niño que encuentra abandonado y con el que trabaja mano a mano (él es vidriero ambulante y su hijo adoptivo es rompecristales profesional) en los barrios bajos de la gran ciudad capitalista presa de la actividad febril de la Revolución Industrial, a la que Chaplin criticaría sin piedad en obras posteriores como "Tiempos Modernos" y cuyos efectos ya aparecen aquí retratados: pobreza, miseria y hacinamiento de la clase trabajadora, que es pisoteada o marginada por la burguesía dueña de los medios de producción. Charlot y su hijo (un excelente actor niño, Jackie Coogan) viven en la calle como buenamente pueden y, a pesar de las muchísimas necesidades que pasan, la felicidad no se marcha nunca de sus vidas simples y humildes. Sus existencias sólo se sumergen en lo trágico cuando la madre que abandonó al niño vuelve para buscarlo convertida en una rica y famosa cantante. Charlot, una vez más y por vez primera en todas sus consecuencias (hasta entonces el personaje se había librado de la tragedia más dura, que era sustituída por la comedia desenfrenada de sus cortometrajes) se encuentra perdido en el clásico mundo egoísta y capitalista que nunca le da nada mientras él siempre lo entrega todo a los que le rodean aún a riesgo de sacrificarse por completo. Corta y concisa y cargada de ritmo y de gags memorables (y hasta peligrosos), es "El chico" una de las películas más emotivas de Charles Chaplin, su primer y definitivo gran largometraje.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

OCTUBRE de Sergei M. Eisenstein - 1927 - ("Oktyabr")

En Rusia, tras la caída del zar Nikolái II, el poder va a parar a las manos de un gobierno provisional dirigido por Alexandr Kerensky, un gobierno que, a pesar de resultar prometedor en sus inicios, no impide que el pueblo siga viviendo en la miseria y azotado por el hambre y la injusticia. Una nueva revolución está, sin embargo, por llegar… La de los bolcheviques, a los que lidera el gran Lenin.


Para muchos no es “El Acorazado Potemkin” la primera obra maestra de Sergei M. Eisenstein, sino “Octubre”, aunque en este aspecto la polémica estará siempre servida. De lo que no hay ninguna duda es de que ambas lo son y de que la última de ellas es tan revolucionaria como la primera. “Octubre” fue encargada al cineasta por el mismo Stalin para celebrar el décimo aniversario de la Revolución de 1917 del mes que da nombre al filme. La película, costosísima en su momento, es una superproducción de ensueño en la que el protagonista es, una vez más, colectivo, como en “La huelga” y el mencionado “El Acorazado Potemkin”. Este protagonista, por supuesto, es el pueblo ruso oprimido, que cansado de abusos intenta adelantarse a las acciones de los que buscan aplastarlo o aprovecharse de su trabajo. En la película se narra en varios actos toda esta revolución en la que el gobierno provisional de Alexandr Kerensky fue derrocado por los bolcheviques de Lenin. Todavía hoy es imposible no maravillarse ante el espectáculo visual que la cinta ofrece. Eisenstein se confirma como el maestro del montaje que fue ampliando y perfeccionando las técnicas que utilizó en sus anteriores rodajes para configurar una obra épica inolvidable cargada de acción y con un dramatismo descarnado que todavía hoy sigue impresionando, especialmente en ciertas escenas de batalla o de represión como las de la masacre de San Petersburgo, cuya violencia puede sorprender aún tanto o más que las de las famosas escaleras de Odessa de la de nuevo mencionada “El Acorazado Potemkin”. Vuelve también el cineasta a demostrar que es un genio manejando el ritmo y a las multitudes (el asalto al Palacio de Invierno, protagonizado por miles de extras, está tratado de una forma soberbia, así como las escenas del puente con el caballo muerto colgando). Los primeros planos captan magistralmente la emoción desatada del pueblo sublevado con una fuerza sin par, así como la dejadez y cierta perfidia de los que intentan utilizarlo en su beneficio desde el poder. Por supuesto, tampoco faltan los simbolismos, que, casi constantes (el arpa, las puertas que se abren y se cierran), asocian las ideas revolucionarias a los hechos concretos que el público presencia con una agilidad y funcionalidad impresionantes. “Octubre”, que estaba llamada a tener un estreno fulminante, no pudo llegar a las salas hasta un año después de verse terminada. Las razones: Eisenstein, partidario de la revolución pero no de los extremismos y de la represión que Stalin estaba empezando a poner en marcha, chocó con éste en el que fue el primero de todos sus enfrentamientos. La película, al igual que las anteriores de su creador y que tantísimas de su tiempo, es un panfleto cargado de maniqueísmos simplistas que rozan la pura ridiculez. Sin embargo, a pesar de esta condición panfletaria, Eisenstein trató, en todo momento, de mostrar en lo posible una visión de la historia que en ella se narra más objetiva que la de sus obras anteriores, una intención que se estrelló directamente contra los propósitos del dictador, que, como tenía el poder de su lado, acabó suprimiendo su arte. Más de 1.600 metros de película fueron censurados para eliminar de la memoria colectiva la figura de Lev Trotsky, el compañero de Lenin, que también se había enfrentado con Stalin y que había sido expulsado del partido y del país. Por ello, “Octubre” ha quedado, parcialmente, como una obra inacabada cuyo maniqueísmo es aún más acusado de lo que originalmente era. Sin embargo, la obra no por ello deja de ser maestra. El mencionado enfrentamiento entre Eisenstein y Stalin propiciaría la mutilación y el boicot a algunos de sus posteriores proyectos y su marcha a los Estados Unidos, en los que tampoco encontró el apoyo de un Hollywood que no le dio nunca una oportunidad.

martes, 7 de septiembre de 2010

EL ACORAZADO POTEMKIN de Sergei M. Eisenstein - 1925 - ("Bronenósets Potyomkin")

En 1905, los marineros del Acorazado Potemkin, anclado en el puerto de Odessa, se amotinan a causa de una carne podrida y llena de gusanos que sus superiores les quieren obligar a comer. Este amotinamiento acaba siendo una revuelta y los propios habitantes de la ciudad, indignados ante la situación que estos marineros viven, se suman a la lucha contra la injusticia. Por supuesto, no tarda en llegar la brutal represión por parte de las tropas del Zar... Y con ella la respuesta heróica del pueblo ruso, cansado de tanta opresión y miseria.


En 1925, justo después de dirigir “La huelga”, Sergei M. Eisenstein regaló al mundo la película con la que, decisivamente, cambió el cine para siempre; “El acorazado Potemkin”, una nueva historia propagandística en la que el pueblo ruso volvía a levantarse unido contra el poder zarista y en la que terminó de aplicar todas las grandes novedades que había imprimido al “montaje de atracciones” y de explotar el enorme poder de las metáforas visuales para motorizar la acción y construir un mosaico único de sensaciones en el que el frenetismo da vida a una revolución cargada de imágenes para el recuerdo. Si bien argumentalmente, debido a su condición de cine propagandístico (sincero, eso sí, pues Eisenstein, antes de ser reprimido por la tiranía de Stalin, creía firmemente en que la revolución vivida en su país podía cambiar al mundo) no es más que un filme maniqueo, simplista y lleno de tópicos (como en “La huelga” los obreros son buenos buenísimos y los zaristas malos malísimos –puros diablos-), "El Acorazado Potemkin" es una de las más grandes obras maestras de la historia del cine técnicamente hablando: una revolucionaria cinta muda con un montaje impresionante e innovador y un sentido del ritmo, del espectáculo visual épico y del drama que pocos directores habían intuido y desarrollado en su plenitud hasta la fecha. Imagenes para el recuerdo ha dejado innumerables, aunque hay un conjunto verdaderamente inolvidable: la escena completa de la matanza de la escalinata de Odessa, una genial descripción en imágenes de la violencia y de la represión zarista que arranca cuando los cosacos disparan contra el pueblo inocente para acabar con su justa protesta y que se cierra cuando un cochecito de bebé termina rodando escaleras abajo (esta escena ha sido mil veces homenajeada y hasta parodiada –en “El Padrino” de Francis Ford Coppola, en “Los Intocables de Elliot Ness” de Brian De Palma, en “Bananas” de Woody Allen, en “Brazil” de Terry Gilliam y hasta en sagas como “Star Wars” de George Lucas o “Agárralo como puedas”-). Destaca además, en “El acorazado Potemkin”, la crudeza, verdaderamente extraña para la época, con la que Eisenstein retrata, a menudo con primerísimos planos cargados de dramatismo y significación (y simbolismos) la situación miserable del pueblo ruso (los planos cercanos de la carne agusanada, las caras de los revolucionarios picadas por la viruela o sin dientes, el rostro del marinero muerto, las botas que simbolizan la opresión, los cañones que casi apuntan al espectador, el rostro ensangrentado con las gafas destrozadas...). La segunda obra fílmica de este genial cineasta ruso es una maravillosa colección de bellas fotografías naturalistas en movimiento y una película sin la que el cine no sería nada. “El acorazado Potemkin”, a causa de su contenido comunista, fue prohibida en Alemania durante el régimen de los nazis, en España hasta que la Segunda República permitió su exhibición e incluso en países como Inglaterra o Francia. En la propia Unión Soviética incluso fue eliminada una introducción escenificada por el propio Lev Trotsky por parte de Stalin... Este fue el comienzo de la desilusión que Eisenstein se llevaría con el nuevo gobierno de su país.